lunes, 15 de septiembre de 2008

Arnao y la Real Compañía Asturiana de Minas

¿Recuerdan ustedes lo de los Cien Mil Hijos de San Luis? Por si acaso, lo recordaremos, aunque sea fugazmente: en cierto momento, ya adentrados en el siglo XIX, Fernando VII, obedeciendo a Napoleón, tuvo que abdicar como Rey de España a favor de su padre, Carlos, quien -a su vez- abdicaba a favor de Napoleón, y éste cedía la Corona española a su hermano, José. Por tierra de España andaban entonces unos 100.000 soldados franceses, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del duque de Angulema. Así comenzaba la Guerra de la Independencia y su famoso 2 de Mayo, un largo período de luchas, fuego, sangre y muerte. Pero si bien es cierto que el siglo XIX fue un tiempo confuso, como todo tiempo de transición, también es cierto que fue el siglo de la naciente actividad industrial, de los nuevos negocios y, por lo tanto, el de los hombres que adivinaron las oportunidades que empezaban a asomar y que tuvieron la habilidad indispensable, y también los medios económicos necesarios, para aprovecharlas y hacerlas realidad. Pues bien, en este mismo tiempo fue fundada la Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón, allá por noviembre de 1833, con un capital inicial de 450.000 reales de vellón, siendo su objeto social la explotación de las minas de carbón de Arnao y Santa María del Mar. En esa fundación tuvieron mucho que ver dos liberales de la época: Martín de los Heros y Joaquín María Ferrer, quienes habían aterrizado en Lieja, a orillas del Mosa, huyendo del tremendo lío que se había organizado en España con la invasión francesa y con las peleas entre liberales y realistas. Lieja era entonces un importante centro metalúrgico y contaba ya con una gran experiencia en la explotación del carbón, mientras que en España continuábamos inmersos en el régimen señorial -incapaces de entender el cambio que se iba a producir- y peleando unos contra otros. Martín de los Heros era buen amigo de un financiero belga, llamado Nicolás Maximiliano Lesoinne, quien le había acogido en su casa de Lieja. En marzo de 1829 se celebró una reunión en el domicilio de Lesoinne, a la que asistieron, por parte belga, un ingeniero de minas, Adolfo Lesoinne -hijo de Nicolás Maximiliano-, un industrial apellidado Guermondt y un tal John Cockerill, una especie de promotor o impulsor de negocios industriales, y por parte española, además de Martín de los Heros y de Joaquín María Ferrer, se hallaban presentes el marqués de Pontejos y Felipe Riera y Roses, quien más tarde sería distinguido con el título nobiliario de marqués de Casa Riera. También se hallaba en la reunión un tal Gregorio Azaola, quien -al parecer- entraba y salía de España sin que nadie le molestara. En esa reunión se estudió la posibilidad de crear en España una sociedad industrial que contase con el apoyo del Gobierno español. Era entonces ministro de Marina en España Luis Salazar, quien estaba muy interesado en fomentar la producción de metales para modernizar la Armada -para lo cual era necesario el carbón-, por lo que dio su aprobación al proyecto que le fue presentado, y así, en mayo de 1829, Adolfo Lesoinne y un compañero suyo, también ingeniero de minas, viajaron a España, recorriendo la zona norte, siendo Asturias la que mejor impresión les causó a los ingenieros belgas. Así que -tras algunas negociaciones con el Gobierno español por la restrictiva legislación minera existente en España- el 14 de noviembre de 1833 se dictó una real orden otorgando a la nueva sociedad a crear la denominación de Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón. Como se ve por el nombre, la nueva sociedad se fundó para explotar el yacimiento de carbón de Arnao, que cuenta con el honor de haber sido el primer pozo vertical que se abrió en Asturias, a pesar de tratarse de una mina submarina. Resulta curioso destacar que, allá por el último tercio del siglo XIX, en esta mina ya se trabajaba con maquinaria de vapor, estando situada una de las máquinas por debajo del nivel del mar. Pero el carbón que se obtenía de este yacimiento no resultaba muy bueno para su empleo en las actividades industriales -apenas existentes en Asturias, y acaso en toda España, en aquel tiempo- resultando bastante peor para utilizarlo en las cocinas domésticas. Aparece entonces en la historia de la empresa otro ingeniero de minas belga, sobrino de Adolfo Lesoinne, muy joven aún, pero lleno de ideas y de entusiasmo, llamado Jules van der Heyden a Hauzeur. Este ingeniero, recién licenciado en la Escuela de Minas de Lieja, fue quien ideó y propuso instalar en Arnao una fundición de cinc, partiendo de las calaminas ya investigadas en las minas de Guipúzcoa y empleando como combustible el carbón que se obtenía en Arnao. Será el 30 de mayo de 1853 cuando se constituye en Bruselas, ante el notario M. Bourdin, una sociedad anónima belga, la Real Compañía Asturiana de Minas, con el subtítulo de Sociedad para la Producción de Cinc en España. Su objeto social es la extracción de minerales de cinc y de plomo, su tratamiento metalúrgico y la venta de los productos que se obtuvieren, así como la explotación de las concesiones carboníferas de Avilés y de otras zonas. Como presidente del primer consejo de administración -estamos en junio de 1853- es designado Jonathan Raphael Bischoffsheim, un banquero de Bruselas, y como director general, Jules Hauzeur. En esta misma reunión de junio de 1853 el consejo de administración adopta otros acuerdos, entre ellos el de acelerar los estudios para poner en marcha la nueva fundición de cinc de Arnao, interesar del Gobierno español la mejora de las instalaciones y medios del puerto de Avilés, construir una nueva vía férrea que comunicase Arnao con el puerto avilesino para dar salida al carbón de Arnao y a los productos de la fundición de cinc y abrir un túnel a través de la colina existente entre Salinas y Arnao, con el objeto de facilitar el tráfico de la empresa. En 1855 se obtiene en los hornos de Arnao el primer lingote de cinc, se perfora el túnel Arnao-Salinas y se termina la instalación del ferrocarril hasta San Juan de Nieva. En cuanto a la mina de carbón de Arnao, la explotación se mantuvo -con irregulares resultados- hasta el año 1915, fecha en que se cerró definitivamente, de manera que el combustible indispensable para la obtención del cinc fue suministrado a partir de esa fecha por las tres empresas asturianas más importantes de aquel tiempo, que lo eran la Hullera Española, la Fábrica de Mieres y la Duro Felguera. Cuando la Real Compañía Asturiana de Minas comenzó su actividad minera apenas existían ingenieros de minas en España, habiendo sido a finales del siglo XIX -concretamente en 1899- cuando ya fueron designados para prestar servicios en aquella sociedad tres ingenieros españoles de esa especialidad, en sustitución de otros tres técnicos extranjeros. Uno de ellos, Juan Sitges Aranda, fue nombrado primero director de las minas de Santander, habiendo desempeñado este cargo durante 17 años, transcurridos los cuales pasó a dirigir la fábrica de Arnao, hasta que en 1928 fue designado subdirector general de la compañía. Juan Sitges Aranda era hijo de Juan Sitges Grifoll, oriundo de Ciudadela, Baleares, quien -aparte de otras importantes actividades profesionales- fue un conocido historiador, autor de varias obras, entre las que destacaremos aquí un ensayo histórico sobre el monarca español Enrique IV, citado repetidamente por el doctor Marañón en su famoso «Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo», como también cabe mencionar un completo trabajo sobre el monasterio ovetense de San Pelayo el Real. Con Juan Sitges Aranda se inicia la vinculación de la familia Sitges, no sólo con la Real Compañía Asturiana de Minas, sino también con la posterior empresa fundada por aquella sociedad, la Asturiana de Zinc, S. A. Porque tras Juan Sitges Aranda vendría su hijo Juan Sitges Fernández-Victorio, quien llegaría a ostentar el cargo de director para España de toda la actividad de la compañía. Juan Sitges Fernández-Victorio, casado con una avilesina, estuvo siempre muy vinculado a Avilés, de cuyo municipio -y también del de Castrillón- fue nombrado hijo adoptivo. Y con Juan Sitges Fernández-Victorio se incorporaron a la empresa sus tres hijos, Juan Blas, Francisco Javier y Fernando Sitges Menéndez, el primero y el tercero ingenieros de minas y el segundo doctor en Ciencias Químicas. De Juan Blas Sitges mencionaremos su preocupación por modernizar la empresa para hacerla compatible con los nuevos tiempos, habiendo impulsado en 1962 uno de los primeros convenios colectivos que se formalizaron en Asturias y llevando a cabo importantes mejoras en las instalaciones de Arnao. En cuanto a Francisco Javier Sitges, señalaremos que fue el primer director que tuvo Asturiana de Zinc, S. A., y quien consiguió llevar a la empresa -hoy en manos de extranjeros- a las más altas cotas de prosperidad y rentabilidad de su tiempo, haciéndolo siempre compatible con el progreso técnico y el entendimiento con todos los trabajadores, esto último mediante ejemplares convenios colectivos que garantizaban el desarrollo del trabajo, la justicia y la paz social. En Asturiana de Zinc, S. A., se fueron integrando con el tiempo, uno tras otro, los restos que iban quedando de la Real Compañía Asturiana de Minas, hasta desaparecer esta última por completo, incluido el recuerdo de dicha sociedad y también el de todas aquellas personas que la hicieron posible, la engrandecieron, pasaron su vida en ella y lloraron su desaparición.

Noticia: Diario La Nueva España
Autor: Jose Ramón Cueva
Envío: Ramón Quesada

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