martes, 2 de febrero de 2010

Altamira. ¿Turismo o conservación?. Santillana del Mar. Cantabria.

Iniciamos hoy martes, una nueva semana en el Mineral Digital, comenzamos un poco más tarde de lo habitual debido a que ayer lunes nos encontrabamos picando en un yacimiento del que en unas semanas esperamos poder daros noticias.
Hoy queremos recoger en nuestro blog el último informe del CSIC sobre el estado de las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, así como el debate que su presunta reapertura ha creado en la sociedad cántabra, nacional e internacional.

El deterioro de las cuevas -saturadas durante años en los que incluso se llegó a las 175.000 visitas anuales- está directamente vinculado con el uso permanente de las mismas. El estudio del CSIC concreta directamente los efectos que ocasiona la presencia diaria, y no regulada ni administrada, de personas en la cavidad. Un régimen de visitas que en cualquier caso debe ser restrictivo.
Según el informe de los científicos «las visitas inducen procesos de microcorrosión que la afectan directamente, disolviendo los soportes de las pinturas». Y se explica: «la emisión de vapor de agua generada por los visitantes induce la condensación de agua preferentemente sobre paramentos horizontales elevados (los techos). Los datos de la visita experimental (realizada en marzo de 2007) muestran que el aumento de la humedad y el inicio de la condensación son prácticamente inmediatos a la salida de los visitantes».
El deterioro causado por la 'disolución' provocaría «la formación de microcavidades, evidentes a simple vista en el techo de la Sala de Polícromos y que son utilizadas como hábitat preferente por las colonias de bacterias blancas que tienen un desarrollo preocupante en el techo del área más interna de la sala y afectan a zonas con pigmento».
En la descripción y enumeración de los efectos perniciosos de la entrada de visitantes a la cueva, el estudio refiere un incremento de la 'oscilación termohigométrica', un aumento de la concentración de CSO2, el calentamiento del área de la zona de las pinturas y la movilización de la masa de aire.
Unidos todos esos datos, el estudio muestra su cara más conservacionista sobre la protección de la cueva al decir que «la entrada de visitantes provoca perturbaciones microambientales en la cavidad perjudiciales para la conservación de la misma y en particular de la Sala de los Polícromos», muy frágil debido a sus especiales características morfogeométricas y de dinámica hidrokárstica. De ahí que aunque no se concrete el número de visitas/día en el supuesto de la reapertura de Altamira, si se indica como 'hoja de ruta' a seguir que las medidas a adoptar «deben ir enfocadas a minimizar esos procesos/mecanismos de deterioro». Sólo así se evitarían los factores de condensación que, además, causan «la dispersión de la población microbiológica en la cavidad».
Todos los análisis realizados revelan que las continuas y diarias aperturas de la puerta de acceso de la cueva y la entrada de grupos consecutivos a la Sala de Polícromos, «generaban perturbaciones de carácter acumulativo en el microambiente interno». En 1975, un fotógrafo santanderino, Francisco Santamatilde, fue el primero en advertir del grave deterioro que sufrían las pinturas de la sala de los polícromos de Altamira. Comparó una fotografía suya de 1965 con una postal de 1975 y percibió que los tonos inconfundibles de los bisontes y de la cierva habían perdido viveza e intensidad. Consultó el tema con algunos expertos, pero su denuncia apenas caló hasta que se hizo eco de ella un medio de comunicación nacional, Sábado Gráfico, que tituló de forma contundente: «Altamira, una reliquia universal que se pierde» (8 de octubre de 1975). El director del Museo de Prehistoria, Miguel Ángel García Guinea, también se sumó a la denuncia.
Pero poner en cuestión en aquellos momentos el aprovechamiento turístico de Altamira no era fácil. La cueva era la 'gallina de los huevos de oro', ya que los ingresos por entradas sostenían el entramado presupuestario del propio Ayuntamiento de Santillana, propietario del bien, y de la Diputación.
Por Altamira llegaron a pasar anualmente hasta 175.000 personas, a razón en algunos días de 1.500 personas. Si esta cantidad se multiplica por las cien pesetas que costaba la entrada y se suman los ingresos por otros conceptos, se puede llegar de algún modo a entender que el alcalde de Santillana, Javier Rosino, promoviese una manifestación para reivindicar la apertura de la cueva y llegase a encadenar a la verja de la gruta en un gesto que no pasó desapercibido para los medios en aquel momento. Ya en 1965, el ingeniero de Diputación García Lorenzo determinó que los grupos no fuesen superiores a 25 personas. En 1967 se restringió la visita a 1.300 personas diarias y en 1968 a 1.100. En el año 1972 la cueva se cerró en noviembre y diciembre «para dar descanso a la gruta», y en 1974 fueron tres meses.
Tras la denuncia de 1975, el Ministerio, que inicialmente se negó a aceptar la evidencia, tardó en reaccionar y en crear una comisión técnica de expertos para estudiar el caso. En 1976 la cueva se cerró ocho meses y el 1 de septiembre de 1977 se puso fin a las visitas de forma definitiva, después de que los técnicos decidiesen el 29 de marzo de 1977 que Altamira tenía que cerrarse.
La cueva, aislada durante miles de años, mantenía una temperatura ambiente de 13º y un índice de humedad que oscilaba entre en 97 y el 99%. La presión de las visitas masivas alteró los registros; la temperatura se elevó hasta los 19º y el grado de humedad había descendido hasta el 71%. Estas circunstancias favorecieron la aparición de nuevos microorganismos que dañaban los pigmentos de las pinturas realizadas hace más de 15.000 años.
Reapertura en 1982
Tras los estudios del profesor de la UC Eugenio Villar y tras crearse el Museo Nacional, la cueva, ya gestionada por el Ministerio de Cultura por la cesión realizada por el Ayuntamiento de Santillana, se reabrió en 1982 con un cupo de 8.500 personas/año y con unos turnos diarios que oscilaban entre 10 y 15 personas.
Transcurrió en el mismo régimen la década de los noventa, no sin incidencias como la que se denunció en su momento de que durante meses los aparatos que monitorizaban las condiciones ambientales de la cueva no funcionaban por falta de un software adecuado.
El 17 de julio de 2001 se inauguró la neocueva y el nuevo Museo por los Reyes de España. La cueva original, de forma restringida, se siguió visitando hasta el 1 de septiembre de 2002. Los técnicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas comprobaron que el régimen de visitas «generaba perturbaciones de carácter acumulativo en el microambiente interno de la Sala de Polícromos, perjudiciales para la conservación de las pinturas», lo cual determinó una nueva clausura de la cueva a las visitas, sin determinarse por cuánto tiempo. Más de siete años han transcurrido desde entonces y el hermetismo de la dirección del Museo, del Ministerio de Cultura y de los técnicos de CSIC ha sido la tónica cuando se ha preguntado por la evolución de los trabajos de investigación o por el resultado de los mismos. En abril de 2007 se firmó el último convenio de colaboración entre el Ministerio y el CSIC para «el estudio integral del estado de conservación de la cueva de Altamira y sus representaciones artísticas» por un importe de 367.000 euros. En dicho informe, los técnicos estaban comprometidos a definir y realizar una propuesta específica «de un régimen y condiciones de visita pública a la cueva de Altamira compatible con las máximas garantías posibles para la conservación del arte rupestre». En definitiva, el hueco abierto por este informe del CSIC para su posible reapertura está siendo aprovechado por el gobierno regional y los intereses mercantilistas de la villa medieval de Santillana para reabrir la cueva, no han bastado los millones invertidos en la neocueva, ni en el museo que la alberga, los visitantes quieren ver la auténtica y las auténticas pinturas. He aquí el quid de la cuestión: Turismo o conservación. Desde el Mineral Digital apostamos por la conservación, por el cierre definitivo y permanente de este espacio, de manera que solo entre un grupo de cientificos cada cierto tiempo a fin de efectuar las pruebas necesarias para una eficaz conservación de las pinturas, un legado rupestre que no podemos dejar que intereses económicos perjudiquen. Un legado para generaciones futuras.

Fuentes: El Diario Montañés. CSIC.
Textos: Jose Luis Perez. Picapiedra.
Imagenes:Nico Polo, Ivan Pastoriza y Jose Luis Martinez.
Composición: Picapiedra.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante lo de las cuevas,nada es para siempre...
encantado de ver que el blog lo mantienes viento en popa, Pablo. La verdad es que yo me he alejado mucho de los minerales y sólo he pensado en ir con mi padre a Pantoja algún fin de semana últimamente, pero le sigo teniendo mucho cariño a mi colección y a las salidas a picar.
¡Os deseo mucho éxito en tus excursiones y a todos los aficionados!
Un abrazo
Guzmán

Covaciella dijo...

Esos que salen en la primera foto a buen seguro que no son responsables de nada.
Sólo el aliento de la chusma es contraproducente para las pinturas prehistóricas. Nunca jamás el de los elegidos por dios...

Millán Mozota dijo...

Una nota muy completa e informada, me ha servido para completar algunos detalles que desconocía.

Querría apuntar también la "obsesión" de Revilla por poder "enseñar" la cueva (parece que la considera suya) a sus "amiguetes" de las altas esferas.

También me parece increíble que se pasen por el forro el informe CSIC, que el "Patronato" se base en la opinión de una comisión de ¿expertos? elegidos a dedo, y que la actitud que prevalezca en el PRC y ADIC sea la de la cueva es "nuestra" y nos la F* cuando queramos.

He escrito sobre el tema en mi blog:

http://timoneandertal.blogspot.com/2010/06/altamira-pan-para-hoy-desastre-para.html

un saludo
Millan

 
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